Decálogo
del árbol
1. La forma natural de
crecimiento no es casual. Responde a las necesidades de la especie.
2. La corteza del
árbol es su protección ante el exterior. Debe siempre respetarse.
3. Si deseamos un tipo
determinado de crecimiento, deberemos escoger una especie que lo dé de manera
natural, antes que tratar de modificar su naturaleza.
4. Las heridas de poda
se cierran mejor en las zonas donde fluye la savia con más fuerza.
5. El cuello de las
ramas constituye un mecanismo del árbol para deshacerse de las ramas secas. La
poda nunca debe eliminar este cuello.
6. El árbol desarrolla
sus propias medidas contra la pudrición provocada por las heridas en su
corteza. Los tejidos que el ejemplar desarrolle alrededor de esta herida
constituyen la mejor defensa y no deben nunca ser eliminadas con la excusa de
realizar un tratamiento curativo.
7. Un jardín con las
especies predominantes en la zona no será nunca un jardín exótico y original,
pero será siempre un jardín próspero y sano.
8. Debemos aceptar el
árbol tal y como es.
9. Alterar gravemente
el modo de crecimiento de un árbol dará un ejemplar delicado al que deberemos
dar cuidados especiales de por vida.
10. El árbol tiene una
enorme dignidad que debe ser respetada.
Cada especie de árbol tiene un porte
característico, que es el que adquiere cuando crece en óptimas condiciones
ambientales y en solitario. El criterio "forma" ha sido
tradicionalmente uno de los favoritos de los cultivadores a la hora de
desarrollar las especies de jardinería. Un caso muy llamativo lo tenemos en
el ciprés, que todos asociamos con un árbol de porte columnar y que, sin
embargo, en su origen es un árbol de aspecto globoso, más parecido a una
sabina. Miles de años de cultivo selectivo son los responsables de la forma
que hoy conocemos. |
El corte bueno es el de abajo. La herida
cierra antes y el crecimiento posterior permite que se pierda el rastro de la
poda, cosa que no sucede en los dos primeros casos. En el tercero, la rama
respetada queda muy debilitada por el gran ángulo de corte. |
El corte de una rama del tronco principal
debe hacerse dando un corte ligeramente oblicuo que deje un muñón mínimo,
como muestra la imagen de la derecha. Las otras maneras son
incorrectas. |
Si queremos aligerar una rama principal,
debemos cortar después de una rama lateral de cierta entidad. Al brotar con
fuerza por el corte, las nuevas ramas tendrán que competir con la existente,
lo que permitirá un crecimiento más equilibrado. Si dejamos un muñón limpio,
la proliferación de brotes será tal que la rama parecerá un plumero. |
La rama que dejemos cuando procedamos a una
poda de aclareo, deberá continuar la dirección de la rama principal, ser
proporcional en tamaño y crecer hacia arriba. De lo contrario el árbol
perderá naturalidad. |
Arriba, la rama original. En el centro, un
aclarado correcto, que permitirá crecer al árbol con armonía al tiempo que
mantenemos su forma. Abajo, un mal aclarado. |
Debe dejarse una pequeña porción de madera
bajo la rama que permanece. Esto protege al árbol, impidiendo que el corte
afecte en modo alguno el desarrollo de la rama. |
El corte de la izquierda, al cicatrizar,
formará un anillo de crecimiento de mayor altura en el exterior, quedando la
zona del interior (el duramen ya muerto) tal como está. El resultado será una
concavidad que retendrá el agua de lluvia favoreciendo la aparición de
enfermedades. Por tanto, el corte, debe ser oblicuo. |
El sentido natural de crecimiento de las
ramas es oblicuo, apuntando hacia arriba y al exterior del árbol. La poda
realizada en el dibujo superior dará un aspecto poco natural al árbol. Es
preferible eliminar la rama |